Todas las personas desean expresarse, ya que es un principio innato de la naturaleza humana.
Prácticamente todos pueden ser excelentes disertantes, excepto quienes padezcan defectos realmente incompatibles, como una tartamudez crónica, dislalias, dislexias severas o patologías graves del aparato fonador, como las personas que perdieron la voz por enfermedad de las cuerdas vocales, laringotomías u otros procesos dolorosos.
Podemos hablar de dos formas básicas de comunicación humana: