“NO HAY SEGUNDA OPORTUNIDAD PARA CREAR UNA PRIMERA BUENA IMPRESIÓN” es una frase atribuida al escritor irlandés Oscar Wilde y tiene una válida aplicación en oratoria.
El primer mensaje que emite el expositor es su propia persona.
Esa primera impresión, producida sin palabras, es
determinante para saber si la presentación será exitosa o no.
Esa introducción debe ser cálida,
familiar y sincera.
Nada de petulancia, altanería,
ni súper ego.
Una sonrisa acompañada de unas manos que saludan afables es la mejor apertura para cualquier exposición.
La rotura de hielo del expositor comienza con una exhibición de amabilidad, una manifestación de empatía y una demostración de que cada una de las personas que le están viendo y/o escuchando son esencialmente valiosas para el.
Siempre me gusta reflexionar sobre la teoría de la Ventana de Johari (creada por los investigadores Joseph Luft y Harry Ingham, de ahí el nombre JOHARY, que no es más que la mezcla de los dos nombres de los autores) que ilustra el proceso de dar y recibir.
Esta teoría se describe gráficamente de la siguiente forma:
Área libre: Esto es, lo que conozco de mí,
Los demás lo conocen también,
Porque es lo que muestro, lo que doy a saber.
Debe surgir en mí la siguiente Pregunta:
¿Estoy dando a Conocer de mi lo que más conviene?
Área oculta: Es lo que conozco de mí pero no quiero que nadie más sepa. Esta área es desconocida por los demás.
Debe surgir en mí la siguiente pregunta:
¿Qué virtud, por algún motivo me estoy Callando y guardando?
¿Qué defecto oculto?
Área desconocida:
Esto es lo que desconozco de mí, pero los demás si ven. Son aquellas reacciones de nuestra personalidad, que nuestros semejantes perciben, pero no nosotros y que a veces nos distancian de las personas.
Debe surgir en mí la siguiente pregunta:
¿Por qué dicen de mi tal o cual cosa?
Área Ciega:
Son factores de nuestra personalidad de los que no somos conscientes nosotros mismos, ni los demás. Ni nuestra propia intuición ni las demás personas podrían imaginar que cosas inesperadas somos capaces de hacer.
Debe surgir en mí la siguiente pregunta:
¿Tendria una reacción peligrosa en alguna instancia de mi vida?
¿Me atrevería a jugar un rol impensable en alguna circunstancia?
Teniendo estas herramientas, podemos hacernos un esquema mental de nuestras acciones y reacciones y con cuales argumentos mentales o emocionales podríamos manejarnos.
Lo realmente importante es llegar al corazón y la mente de la gente.
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