Tenemos varios contactos con la gente.
Nos aprecian y clasifican por lo que hacemos, lo que decimos y la manera en que lo decimos.
El Dr. Charles W. Eliot, presidente de la Universidad de Harvard declaró: “Solo una adquisición mental considero necesaria en la educación de una dama o un caballero: el empleo preciso y refinado de su lengua materna”.
Toda persona debe tener como norma en su vida, los efectos que pueden causar sus palabras.
Una palabra edificante, provechosa, oportuna, traerá riquezas para el que las pronuncia y el que las escucha.
Una palabra descompuesta arrastra ira, desasosiego, confusión y desorientación en general.
De usted depende, hablar, solo cuando vaya a enseñar, construir y dar buen ejemplo.
La correcta comunicación, inicia con la propia actitud emocional.
¿Sabe por qué se lo digo?, porque logra llevar su mensaje de manera más eficiente, quien logra coordinar el corazón con la mente.
Obtiene más, quien logra unificar lo que quiere y lo que debe.
La comunicación requiere valor, convicción, defensa de lo que se piensa y arrojo para transmitirlo.
Los perfectos comunicadores, no pueden, ni deben, tener miedo.
Por tanto, lo primero que los oradores de éxito, sacarán de sus vidas, será el temor, la desconfianza y la inseguridad.
No merece hablar aquel que no es capaz de defender con la vida si es posible, su opinión.
Los valientes, en oratoria, arrebatarán los públicos y arrastrarán las simpatías.
Quien transmite mensajes, debe tener como norte de su vida el positivismo, el optimismo y la certeza de que cada día que Dios regala, viene con el sello de la oportunidad.
Claro está entonces, que los triunfadores, ven el día de hoy, como una gran oportunidad para aprender, cambiar y mejorar.
Usted tiene una cantera inagotable de talentos, habilidades, condiciones, tesoros escondidos que no están a la vista de las multitudes, porque su silencio los tiene aprisionados.
SUELTE TODO ESE CAUDAL DE COSAS BUENAS... EL MUNDO LO NECESITA.
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