Un padre, presidente de la
cooperativa del colegio donde acudía su hijo, preparó detalladamente el
discurso conmemorativo del primer centenario del establecimiento educativo.
Cuando anunciaron su nombre, se dirigió con
pasos cortos, rápidamente, hacia el centro del escenario.
Las hojas de su discurso
comenzaron a temblar (incluso una de ellas escapó hacia la platea), y el sudor
proveniente de la frente obnubiló su visión.
Su respiración se volvió
arrítmica, la camisa se pegó al cuerpo por el efecto adhesivo de la
transpiración, y las palabras salieron de su boca, tenues y separadas en
sílabas. Este fue un hecho real. Y lamentablemente muy frecuente”.
Frente a un examen oral, una
entrevista laboral, la exposición en una conferencia o en un simple discurso,
se padece estrés (energía negativa que provoca ansiedad y preocupación), temor
(manifestaciones neurofisiológicas negativas).
Ocurre en muchas personas este
cuadro psico- fisiológico que me describieron hace un tiempo.
“La saliva se ausenta de la boca; si se está
de pie, la pierna derecha comienza a temblar, se altera el ciclo respiratorio, una
inesperada tartamudez traduce las palabras de una voz destemplada o con tonos
muy agudos, las manos lloran lágrimas de sudor (dos tercios de las glándulas
sudoríparas en el hombre y la mujer están localizados en las manos), al igual
que la frente, las axilas y la planta de los pies (hiperhidrosis), los latidos
cardíacos marchan al galope, la presión arterial sube varias marcas en el
tensiómetro (lo que provoca algunos desmayos), hay espasmos abdominales (alteración
de los procesos digestivos que en casos extremos puede llevar a la náusea), contracción
de la parte posterior del cuello (reflejo de pánico) y una tensión muscular que
permite correr como de manera consciente no podría hacerse”.
Se realizó un ranking de fobias. El
miedo a la muerte está en 4to. Lugar. ¿Sabe cuál está en primer puesto? Hablar
en público. Lo cual permite deducir que la gente teme más hablar en público que
a morirse.
Es que la inhibición oratoria
(fobia social), no discrimina: abogados, médicos, políticos, docentes, empresarios,
vendedores, y todo aquel que ejerce la palabra hablada como parte de su
profesión sufre, en mayor o menor medida, de este “virus”.
El TAS (-trastorno de ansiedad
social), se apodera de las personas tan pronto ocurre el acto de pararse y
caminar al pódium o estrado. Se produce
un miedo al cambio (en la silla se está protegido y en el pódium desamparado).
Interrogantes como:
¿Cómo me veré?, ¿El público me
hará caso? ¿Y si se me olvida lo que tengo pensado decir? ¿Me escucharán bien
desde todos los sitios?
El temor no está en relación con el número de
oyentes ni con la calidad del auditorio.
Grandes oradores de la
antigüedad, como Cicerón y el ateniense Demóstenes, padecieron este miedo que
hiela el corazón.
Pero en la casi generalidad de
los casos este temor se asocia a La
falta de conciencia y de comprensión de la propia fisiología, psicología y
naturaleza esencial, provocando una inmensa
angustia.
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