A veces para evitar conflictos preferimos aferrarnos a la elocuencia del silencio.
Acudimos al criterio de ser amos de lo que callamos y no esclavos de lo que hablamos.
Sin embargo, hay situaciones en que callar es dañino si no asesino o se convierte en la tumba que guarda cosas putrefactas que no tardan en explotar.
Se agrava con el cúmulo de dolor que necesariamente debe drenar y que al ser contenido innecesariamente, brota brutal e incontrolablemente.
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Gracias por opinión es vital y constructiva