El don de la voz: Instrumento principal del orador. La viva voz es una de las primordiales Características de la oratoria. Debe el orador mantener su voz, sin dejarla variar por la pasión o la convicción, logrando siempre el tono y las inflexiones requeridas para la pieza oratoria que se presenta. La voz se cultiva y se educa como todas las facultades del hombre y la mujer.
La sensibilidad: Un ser que no sea sensible ante las cosas que pasan a su alrededor, no
podrá ser orador, si poco le importa que el SIDA esté matando a la gente o que
un pueblo desaparezca con la guerra, menos le importará comunicarlo a otro.
La voluntad firme y decidida: La firmeza de la voluntad como disposición del espíritu hará desechar desde el principio, la absurda idea de que la oratoria es privilegio de unos cuantos. Es saber decir lo que se piensa, no importa si alguien está o no de acuerdo, pero decirlo con energía y convicción.
La firmeza de la voluntad como disposición del espíritu hará desechar desde el principio, la absurda idea de que la oratoria es privilegio de unos cuantos. Es saber decir lo que se piensa, no importa si alguien está o no de acuerdo, pero decirlo con energía y convicción.
La razón: La virtud de aplicar la lógica, es saber aplicar el sentido común, aunque se afirma, que es el menos común de todos los sentidos.
La inteligencia: Para hablar correcto se requiere la inteligencia. Es necesario que el sentimiento pase como imágenes para formar las palabras, las frases y oraciones.
Memoria: Cicerón llamaba a la memoria, tesoro de todas las cosas, considerándola como una de las facultades que más favorecen al orador, dando a entender que una memoria feliz permite evocar un instante determinado y obtener de él todos los pormenores de un asunto.
