Los conocimientos: Nadie nace sabiendo, una buena oratoria se cultiva con el estudio, la lectura y la investigación. A mayor cultura y sapiencia, mejor oratoria.
El método de pensamiento: No todo
el mundo se organiza igual, cada quien
Expresa a su manera lo que siente y
piensa. Mientras más organizado y
metódico sea este pensamiento, tanto
mejor será la oratoria.
La manera de decir las cosas:
Se puede modificar o perfeccionar las
cosas que uno dice, no hay dos
personas en el mundo que digan
una cosa exactamente igual.
El buen orador debe tener presente
que muchas de sus expresiones pesarán
más por la forma de decirlas, que
por lo que realmente manifiesta.
La imaginación: La memoria cargada de
hechos, imágenes y representaciones
diferentes y ejercitadas de continuo,
engendra la imaginación, la cual nunca es
tan activa como de los 30 a los 50 años, cuando
las fibras del cerebro han adquirido toda su
consistencia, para dar vigor a las verdades o
errores que abrazó el entendimiento.
Los movimientos: Se puede aprender a realizar gestos, modales y ademanes adecuados para la ocasión. Una oratoria no estaría jamás completa si no la acompañaran movimientos que le den vida y matiz a las palabras.
La serenidad: Esta cualidad significa poseer la presencia de animo suficiente para dominar los pensamientos ante el auditorio, expresándolos con claridad y vigor según una continuidad lógica.
El nerviosismo y el temor a los auditorios podrían ser funestos para el orador Nóbel que en los momentos iniciales siente en su pecho los latidos del corazón, emocionado por la importancia del momento.
La pronunciación: La realidad es que las palabras son símbolos arbitrarios de conceptos y por si solos significan poco, si no van ayudados por la pronunciación íntimamente ligada con la virtud de la persuasión.
El orador deberá dar el tiempo preciso a cada palabra y la entonación acorde con el estado de ánimo que desea proyectar. Siempre se deberán pronunciar las palabras con claridad y precisión.
La respiración: Pérez Anaya decía, que toda alocución pública, exige un gran cuidado en el manejo de la respiración, de modo que no se vea precisado el orador a separar una palabra de otra con la cual tenga conexión tan intima, que se deben pronunciar de una aletada sin hacer entre ellas la menor separación.
