Siempre es interesante reflexionar acerca de hechos que suceden en el mundo animal.
Nada mejor que ver en la naturaleza, la mano de Dios.
Una ostra que no ha sido herida no puede producir perlas.
Las perlas son producto del dolor, resultado de la entrada de una sustancia extraña e indeseable en el interior de la ostra, como un parásito o un grano de arena.
En la parte interna de la ostra se encuentra una sustancia lustrosa llamada nácar. Cuando penetra un grano de arena, las células de nácar comienzan a trabajar y lo cubren con capas y capas y más capas de nácar para proteger el cuerpo indefenso de la ostra.
Como resultado, se va formando una hermosa perla.
Una ostra que no fue herida, no puede producir perlas, porque la perla es una herida cicatrizada.
Y nosotros ¿en qué podemos compararnos con lo que le pasa a la ostra?
Acaso ¿me he sentido lastimada por las palabras hirientes de alguien?
¿Fui acusada de haber dicho cosas que nunca dije?
¿Mis ideas fueron rechazadas o mal interpretadas?
¿Recibieron una porción inmisericorde de indiferencia?
Entonces... ¡produzco una perla!