LOS BUENOS ORADORES


 

La palabra pronunciada, es la mayor expresión de la condición del alma, ella y solo ella, puede provocar un estado de emoción, alegría, temor, pena o exaltación.

Sin embargo, si esta palabra pronunciada faltara, quedaran los gestos, los ademanes, modales, el gemido y todas las formas que suelen acompañar el habla del ser humano.

Por tanto, la palabra hablada debe hacerse acompañar del lenguaje del cuerpo, pero no ser sustituido por el. ¿Acaso no notamos que cuando las palabras no brotan, gesticulamos innecesariamente, como queriendo que nuestro cuerpo hable lo que no expresa nuestra boca?

Oratoria no es hablar bonito, sin sustancia, oratoria es proyectar ideas y aprisionar con ellas en amor y acuerdo a los demás.

Vásquez Mella escribía; “ningún pueblo muere o desaparece, sin conceder la palabra a sus propias ruinas”, sabemos que los pueblos que han tenido que rendir cuentas a la historia, han contado con oradores.

El jefe de la tribu, el líder, el caudillo, el patriarca, el rey, el presidente, movían a los suyos a través de la palabra. La Biblia señala al tartamudo Moisés, quien pese a su condición, condujo 40 años a un pueblo por el desierto y que no decir de Jesús, cuyo Sermón del Monte, constituye la mayor pieza oratoria de todos los tiempos.

Los grandes oradores han sido siempre grandes poetas, capaces de llamar la verdad y explotar la belleza. Además, personas privilegiadas en las cuales, concurren la inteligencia, el corazón y por supuesto, la palabra.

Dice Platón en sus Diálogos, “el orador tiene que esperar en vigilia impaciente los momentos aislados de la inspiración, los grandes oradores líricos y épicos a la vez, se excitan y alientan con su propio arte. El orador consigue transformar al público en auditorio”.

El buen orador (a) debe conocer excelentemente el tema que aborda, necesita cualidades naturales (innatas) y cualidades adquiridas (práctica estudio).

Fenelón señalaba que dominar el tema que se discursa es indispensable. Más lejos aún, fustigaba a los oradores de su tiempo, indicando que algunos no hablaban, porque estuvieran rellenos de verdades, sino que, buscaban las verdades a medida que hablaban.

Pulido expresa la importancia que tiene la memoria para el buen orador, argumenta que para dominar el tema y la nitidez de los conceptos, el orador requiere memoria buena, de hecho, según el, todos los afamados oradores presentan igual rasgo de semejanza en su biografía: se distinguieron por una memoria extraordinaria.

Deben los buenos oradores hacer galas de imaginación y sensibilidad para contagiar las ideas, poseer pronunciación nítida, y sutil control de ademanes y gestos.

El Foro Arbil, Anotaciones de Pensamiento y Crítica, nos señala, textualmente lo siguiente: “¿Donde encontraremos al orador ideal?, ¿en aquel que poniendo sus discursos por escrito procure aprenderlos y fijarlos en detalle? ¿O en aquel otro, que subido a la tribuna improvisa sobre la marcha? Sobre este aspecto, hay opiniones divididas

Don Antonio Maura, en su discurso de ingreso a la Real Academia de la Lengua, aconseja que el discurso no debe fijarse de memoria, que aun habiéndolo escrito, deben romperse las cuartillas, porque nada hay semejante a la frescura virginal de la elocuencia, al brote original de las palabras.

Emilio Castelar, sin embargo, sugería a sus discípulos y los alentaba con su ejemplo, que el mejor discurso es el que se escribe, se aprende, se ensaya y luego se pronuncia.

Sabido es que los grandes oradores griegos y romanos sostenían que la improvisación era un atrevimiento ajeno al noble arte de la Oratoria, de tal manera, que Demóstenes se negó a hablar, no obstante la excitación del pueblo, cuando no conocía de memoria sus discursos.

Ambos puntos de vista pueden ser conciliados. Si el orador se siente con suficiente capacidad de retención y habilidad para cubrir la memoria, sin dejar escapar aspectos sustanciales, podrá improvisar absolutamente.

Si el orador no dispone de esta gran capacidad, podrá llevarse de su discurso previamente escrito, ya que lo importante es el énfasis y contenido del Mismo.

Necesario es imprimir al discurso un ordenamiento lógico y sucesivo de ideas, descanso de las transiciones para afirmar el nervio del discurso y aliviar la atención, pasando de la gravedad a la sonrisa, hasta llegar a la conclusión (R. Pérez- ARBIL)


Comunicación según la forma de transmitir el mensaje

Comunicación según la forma de transmitir el mensaje
Puede realizarse de dos formas: como comunicación oral, a través de la palabra hablada o como comunicación escrita, por medio de mensajes en papel o en forma digital.

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No utiliza palabras. El mensaje se produce y transmite a través de los movimientos del cuerpo y de los sonidos no articulados.

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Tambien llamada paralingüística, es la forma en que se usa la voz para transmitir emociones e intenciones por medio de: Tono de voz, Modulación, Pausas, Entonación, Énfasis, Volumen, Ritmo y Velocidad

Las formas diversas de exponer la palabra hablada constituyen los:

Para convencer, persuadir, orientar e informar:

Impactan las épocas, transforman las circunstancias:

Ofrece la oportunidad de ser un expositor magistral:

Promueve la libre discusión de ideas:

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