"Lo malo de hablar muy aprisa es que se pueden decir cosas en las que no se ha pensado aún". Anónimo.
De 130 a 170 palabras por minuto, según estudiosos del lenguaje, es la velocidad óptima para hablar comprensible y correctamente.
Mayor cantidad de palabras obliga a pensar en la taquilalia, trastorno de la fluidez del lenguaje caracterizado por un ritmo al pronunciar excesivamente rápido y desordenado. Se acortan las palabras y se confunden las sílabas.
Hablar más de 170 palabras por minuto provocaría que los interlocutores no capten el mensaje.
Hablar muy lento haría que las demás personas se aburran, distraigan y hasta se duerman.
La velocidad al hablar va unida al logro de la comunicacion efectiva. Mientras más moderada es la expresión del mensajero, mayor satisfacción y logro de objetivos en el o los receptores.
Es necesario aprender a manejar el ritmo en que se habla y vencer el instinto de correr que se apodera normalmente de las personas al momento de hablar ante un público o ante personas determinadas.
Es posible que el hablante se sienta presionado y preocupado por el tiempo de que dispone para expresar su pensamiento oralmente.
Si el tiempo es muy corto el orador tiende a apresurarse y si es muy largo, a inquietarse por como llenar ese espacio que le sobra.
Hablar a velocidad mayor de la necesaria obliga a entrecortar las palabras y por supuesto a estropear el tono, intensidad y timbre de la voz.
Todas las personas tienen un dispositivo de almacenamiento cerebral, que les permite procesar el mensaje que se le transmite.
Si se sobrepasa, las palabras se pierden porque no se comprenden. Lo lógico es pensar y luego hablar, pero si la lengua le gana la carrera al cerebro, se terminará diciendo todo, menos lo necesario y conveniente.
Una recomendación es mejorar la respiración ya que ella marca la cantidad de palabras a pronunciar.