No acostumbramos a usar sinónimos, sino que, preferimos emplear la palabra “cosa”, como sustituto del nombre de los objetos.
El uso de la sinonimia da riqueza a la expresión, variedad a las expresiones y despierta en los demás el deseo de escuchar.
Ponemos algunos ejemplos, en los que podemos percibir, como el uso de palabras variadas, aunque del mismo significado, imprimen profundidad y elegancia a los distintos discursos y exposiciones.
Un helado: exquisito, sabroso, regalado, delicioso, gustoso, etc.
Un temperamento: amable, benévolo, bondadoso, afable, condescendiente, manso, afectuoso, cordial, etc.
Un libro: interesante, jugoso, original, grato, instructivo, agradable, deleitoso, ameno, etc.
También es pobreza usar el verbo hacer en las formas siguientes, anotados, todos ellos por don Ricardo Monner Sans:
Hacer la lectura, por leer o dar lectura.
Hacer política, por dedicarse a la política.
Hacer saber, por noticias o informar.
Hacer conocer, por conocer o dar a conocer.
Hacer la venta, por vender.
Hacer furor, por entusiasmar, alborotar.
Hacer efectivo, por efectuar.
Hacer moneda, por acuñar.
Hacer fuego, por encender.
Hacerse ilusiones, por forjarse ilusiones.
Evitemos así mismo el empleo del adjetivo ‘alto’ en las expresiones siguientes:
Un alto empleado, por un empleado de Jerarquía.
Un alto porvenir, por un porvenir promisorio.
Un alto escritor, por un escritor de nota.
Alta consideración por merecida opinión.
Tener alto concepto, por tener óptimo concepto.
Altos destinos, por venturas, felices destinos.
Alta nobleza, por encumbrada nobleza.
Alto espíritu de comprensión, por delicado espíritu de comprensión.
Alta inteligencia, por prodigiosa, fecunda inteligencia.
Alta reputación, por inmejorable reputación.